Psicología Institucional

por | Mar 25, 2024

“La primera virtud del conocimiento, es la capacidad de enfrentarse a lo que no es evidente”

(J. Lacan)

A veces sostenemos que las épocas nos develan recuerdos, anhelos, inquisiciones, y demás. Comienzo con esta oración, porque Psicología Institucional, es como esa época que te devela algo, y ese algo es la inquietud de lo institucional. La mención de la inquietud, puede escabullirnos al terreno de lo incómodo, a ese espacio en donde uno no se haya, no obstante, es en esos espacios, despojados de certezas, en donde uno comienza a transitar por los senderos del conocimiento, por los senderos de lo no evidente. Por ende, a través de esta carta, lxs convoco a que juntos (ustedxs y yo, vos y yo) (re)pensemos el rol de lxs psicólogxs en el terreno de eso que me inquieta, que nos inquieta, que nos debe inquietar: lo institucional.

Más de uno se cuestionará ¿Por qué te inquieta lo institucional? ¿Por qué debe inquietarnos lo institucional? y tal vez sea, porque en el recorrido, solo me he topado con las teorías freudianas, lacanianas, piagetianas, y demás, pero aún, no con respuestas en torno a lo institucional, y cuan fundamental es, porque es en ese terreno en donde nos desplegamos como estudiantxs y, en donde nos desplegaremos como profesionales.

Entonces compañerx, y ojalá futurx colega, en esta instancia en donde ya nos conocemos aún más, trascenderé al terreno de la introspección, para pues contarte un suceso en donde lo institucional me inquietó, y fue tan enorme su inquietud, como lo fue su conocimiento.

Reseña del suceso 1:

Bajaba del colectivo en la zona de Pompeya, caminando con calma, para que las ansías no me hagan llegar antes del horario estipulado a la Defensoría Zonal de Niñez y Adolescencia (DZ), en la cual iba a desplegar un trabajo de investigación.

No recuerdo la temática de ese trabajo de investigación, pero sí recuerdo como lo institucional me rosaba, y me inquietaba…me inquietaba toparme con profesiones que no tenían -o no les adjudicaban- el mismo peso, me inquietaba leer demandas, transformadas en expedientes, que no habían sido tocadas por meses -e incluso años- y pensaba ¿no les importa las demandas de las personas?, me inquietaba escuchar “denuncio, pero todo se agota en la denuncia”, cuando la denuncia debería ser el punto de partida, y no de llegada. Inquietudes como estas, y más, empezaron a atraverzarme, tal vez por eso no recuerdo la temática de ese trabajo de investigación, pero sí, recuerdo ese frente a frente con lo institucional.

Un frente a frente en el que me sentía en desventaja, ya que no contaba con herramientas para enfrentarme a lo institucional, hasta que me aprehendí de las conceptualizaciones adoptadas en la materia Psicología Institucional (la cual me encuentro cursando), y de otras pocas materias (TyT de Grupos, Salud, Psicología de la Prevención) que me llevaron a leer esas inquietudes a través de autores como Castoriadis (1988), al cual tomé para entender que la DZ (desde un sentido acotado) y la disciplina Psi (desde un sentido amplio) aluden a instituciones que responden a una red simbólica socialmente sancionada en la cual se articula junto a su componente funcional un componente imaginario donde se inscriben sus prácticas, sus saberes y experiencias. Es acertado lo que plantea el autor, si te cuento porque apelo a sus conceptualizaciones:

Reseña del suceso 2:

Antes de tomarme ese colectivo que me llevo a la institución, opte por de indagar de que se ocupaba la DZ. Docentes, y por supuesto Google, me decían que la DZ se ubicaba físicamente en la zona de Pompeya donde, siendo de carácter pública, aludía a la función de la promoción, protección y restitución de derechos de los Niñxs y Adolescentes, y que compuesta por 3 equipos de trabajo interdisciplinario (Psicólogx, Trabajo Social y Abogadx) y 1 coordinador (en este caso el coordinador era históricamente abogado y hombre), intervenía en las demandas, ligadas a la violación y/o vulneración de derechos a NyA, que llegaban a través de denuncias de la población o de otras instituciones.

Esa información enlazada con el obrar -que poseía en mi mente- del psicólogx en la DZ (sostener, acompañar, restituir los derechos, etc) fue el anclaje a ese componente imaginario del que me doté, un componente imaginario que comenzó a desvanecerse -o a mutar- a medida que me topaba con lo institucional.

¿Recordas/n las inquietudes de las que te/les hable?, bueno, fueron a través de ellas que mi componente imaginario -sí, de ese que menciona Castoriadis- se vio interpelado, denotándome que el rol del psicólogx se imprimía en prácticas que no respondían solamente al compromiso y saber profesional, sino también a la dinámica institucional, la cual -en este caso- lxs exponía a un escenario turbulento marcado por la falta de tiempo, la escases de recursos, y el aumento de demandas. Entonces, tal vez, no es que no les importaban las demandas -como yo pensaba-, sino que hacían lo que podían con ellas. Ante esto, denote como lo institucional los convocaba a atender los casos emergentes y relegar los demás al olvido, y he ahí donde mi componente imaginario continuaba desvaneciéndose, ya que denotaba que la dinámica institucional obstaculizaba el obrar de lxs psicólogxs en la DZ vulnerando los derechos por los que debía velar, por ende, me interrogaba ¿Qué pasa con los sujetos cuando las instituciones que deben sostenerlos y contenerlos, los vulneran?

¿Hasta qué punto se establece la protección de los derechos de esta institución? ¿Qué sucede cuando la disciplina Psi se ve obstaculizada?

Ante estás interpelaciones y, con el afán de conocer aún más el rol del psicologx en la institución, me sumergí a ese terreno desconocido e inquietante de la mano de conceptualizaciones como las de Bourdieu (1996), del cual tomé sus definiciones de campo, capital, habitus, lucha e illusio. A través de ellas, concebí a la DZ como esa institución acreedora y creadora de un campo que responde a una red de relaciones objetivas entre posiciones, las cuales definiéndose objetivamente por su situación actual y potencial según la distribución de un capital (poder) y por las relaciones entre las demás posiciones, son ocupadas por agentes, que pueden ser personas, grupos o instituciones.

Concebí a la DZ desde estas conceptualizaciones y te cuento porque:

Reseña del suceso 3:

¿Cómo nace la DZ? ¿Cómo está compuesta la DZ? ¿Cómo funciona la DZ?, esos eran algunos de mis cuestionamientos. Disponía de la información dada por lx Docente y Google, pero esta no me alcanzaba…tal vez sea, porque soy de esas personas que apelan al típico “hasta que no lo veo, no lo creo”…y así fue…

Mediante la articulación institucional desplegada por los profesionales, pude observar que la DZ no era una institución aislada, esta pertenecía a un campo de relaciones objetivas y en ella, ocupaba una posición determinada. Siendo organismos descentralizados del Consejo de los Derechos de NyA, creadas por Ley 114 y definidas en su Art. 60, funcionan en cada una de las Comunas de la Ciudad como espacios abiertos y gratuitos interactuando con disímiles instituciones (juzgados, escuelas, Cesacs, etc).

No obstante, no apelo a que pongamos el foco en el campo en el que se despliega la DZ, sino en el campo en que se despliega el rol de lxs psicólogxs en esa institución. Y ante esto, puedo contarles que en mi paso por la DZ observe la desigualdad en el status quo de las profesiones, las cuales, obrando de manera interdisciplinaria, disponían de un capital (este, según Bourdieu (1996), es un recurso eficiente en el campo. Puede ser cultural, social o económico) disímil, tal vez dado por el imaginario que le imprime la sociedad. En este sentido, en el podio se encontraba el Abogadx, luego el Psicólogx y por último el Trabajador Social. Esta escala estratificadora se denotaba al momento de llevar a cabo sus prácticas (la toma de decisiones, las salidas a territorio, el visto bueno a los informes, etc.). La constitución de estos imaginarios sociales (la significación del hombre sobre la mujer, del abogadx sobre el Psiólogx o Trabajador Social) responde e incide en el capital (poder) -en este caso capital social- de los sujetos y, consecuentemente, en las condiciones de desigualdad en el campo (posiciones de dominación y/o subordinación), tal vez por eso, no sea casualidad que el coordinador de la DZ era abogado y hombre.

No obstante, como no todas son pálidas, Bourdieu (1996) sostiene que, si bien el capital social incide en estas posiciones, no son determinantes al momento de dar cuenta de la cantidad de conocimiento

-capital cultural-, el cual, en mi opinión, es un elemento a través del que podemos mejorar (mediante las luchas que se producen en el campo, mediante la (de)construcción de imaginarios sociales, etc) la posición dentro del campo. Y quizás esto, sea alcanzado a través de la aprehensión del habitus propuesto por Bourdieu (1996), el cual, estableciéndose como esquemas de pensamiento y acción, permite que los agentes (en este caso los profesionales) se muevan de manera racional en el campo

-con conciencia o no de ello-, poniendo de relieve que si bien el habitus implica la incorporación por parte del agente de la lógica del campo (representaciones del campo), a su vez, el agente puede incidir sobre esa lógica, interpelándola, resignificándola, etc. Este obrar, nos denota a la DZ como ese campo de lucha en el que los profesionales (activos y no pasivos) luchan -desplegando sus estrategias: capital (económico, social y cultural) / illusio (interés por participar en la lucha)-, constantemente con el afán de imponer sus representaciones sociales como verdades legítimas, en post de alcanzar otra posición dentro del campo.

Ante estás conceptualizaciones, no podemos omitir la mención de la violencia simbólica, ya que, según Bourdieu (1996), no hay campo sin violencia simbólica. Siendo una forma de violencia que se ejerce sobre un agente con consentimiento de este, podemos elucidarla a través del habitus de estas profesiones, y demás. Pero para entenderlo, les contaré lo que me paso:

Reseña del suceso 4:

Me senté en un rincón, saqué el cuaderno y comencé a anotar lo que observaba, para luego volcar esa información en mi trabajo de investigación.

Esa mañana, estaban en la oficina el Coordinador (Abogado), el Abogado y lx Psicólogx conversando del caso X. Con ese cuaderno en mano, comencé a anotar las exteriorizaciones del habitus ligadas al campo jurídico y al campo médico hegemónico, las cuales, se plasmaban nítidamente en esa escena. La manera de vestir, de hablar e incluso de comportarse eran disímiles con lx Psicólogx pero semejantes entre los profesionales de Derecho. Ambos llevaban puesto un traje negro, con una corbata que resaltaba. Tal vez para un montón de ustedes este sea un dato menor, pero para mí no lo fue, ya que ese detalle evidencia -en mi opinión- un desnivel entre quienes son profesionales y quienes son profanos, como dice Bourdieu (1996). Asimismo, aún puedo recordar que mientras lx Psicólogx redactaba un informe hablando de “niñxs” ellos hablaban -estableciendo la corrección del informe, ya que el Abogadx y luego el coordinador eran los que daban “el visto bueno” a los escritos- de “menores”, una terminología que muto a través de la derogación de la Ley del Patronato Nª114 ante la sanción de la Ley de Protección Integral de Derechos de NyA Nª 26.061. El cambio paradigmático se plasmó en el imaginario social respecto a la niñez, ya que, la Ley Nª 114 habilitaba la intervención judicial para “menores autores o víctimas de delito” despojándolos de su voz y voto, en cambio, la Ley Nª 26.061 concibe al niño como sujeto de derechos, proveyéndoles esa voz y voto con la que no contaban. Lo expuesto, me denotaba que ese lenguaje que conservaban los profesionales de Derecho, enmarcado en una normativa derogada, exponía a estos “menores” a una condición de inferioridad.

A través de estos elementos, devenidos en la vestimenta, lenguaje y conducta pude observar esa asimetría de posiciones, esa asimetría de poder, eso instituido, esa violencia simbólica…

Retomando a Castoriadis (1988), el cual nos denoto que la sociedad está hecha de múltiples instituciones particulares que crean significaciones, las cuales determinan aquello que es real y aquello que no lo es, lo que tiene un sentido y lo que carece de sentido, en esta instancia me inclinaré porque juntos pensemos el rol del psicólogx en la DZ desde lo instituido e instituyente, para así observar la interacción e interrelación de ambas conceptualizaciones en nuestro campo de indagación a través de mi última y breve reseña:

Reseña del suceso 5:

La DZ, inmersa en normativas instituidas que determinan lo que tiene sentido de lo que carece de sentido, esperaba por parte de los psicólogxs un informe con data preponderante recabada en las entrevistas, las cuales se llevaban a cabo solo en esta institución, en días y horarios determinados.

Lo instituido por esta institución, imprimía en las prácticas de los psicólogos una psicológia que respondía al modelo médico hegemónico, el cual les instituía prácticas de corte biologicista, reduccionista, ahistoricista, etc.

No obstante, los psicólogxs de esta institución, apelaban a llevar adelante prácticas instituyentes, que rompan con lo instituido, pensando a la psicología por fuera de lo instituido, por fuera del consultorio….de esta manera, su accionar no solo se desplegaba en la DZ, sino que, a su vez, de acuerdo a las características particulares de cada situación objeto de intervención, optaban por patear el territorio, conocer las casas de los niñes y/o adolescentes con sus familias, dirigirse a las escuelas, etc.

La puesta en cuestión de los conceptos analizados hasta el momento, nos remite a la aserción de la hipótesis de Loureau (1991), la cual alude a que: “mediante el análisis en situación es posible descifrar las relaciones que los grupos e individuos mantienen con las instituciones…la dilucidación de estas relaciones pone de relieve que el vínculo social es, ante todo, un acondicionamiento del no saber de los actores respecto de la organización social”. En este sentido, es fundamental que en ese frente a frente con lo institucional no olvidemos problematizar en el marco de nuestras prácticas los elementos conjugados -que hacen al dispositivo de poder- de violencia, discurso del orden e imaginario social mencionados por Marí (1988), ya que ello, nos impulsa a poner en jaque la reproducción del orden social vigente, el cual ligado a “ese no saber”, nos relega a los terrenos de lo instituido y, consecuentemente, naturalizado.

 Cuestionar desde lo instituyente lo instituido, establecer trabajos de sistematización de los imaginarios colectivos, es hacer algo con esa inquietud, es dar marcha a la intervención institucional, ya que, a través de esta, vamos a poner en juego esa mezcla de “lo que no sabemos (…) con lo que uno sabe o cree saber” (Schejter, 2018, p.1). Asimismo, siguiendo los lineamientos de Schejter (2018), cuando nos acercamos a intervenir no solo hace falta creer que no sabemos, sino también, hace falta creer que podemos aprender. Por ende, compañerx, ocupemos la posición que ocupemos en el campo –sea de estudiante, psicólogx, coordinador, etc, no debemos jamás dejar de interpelarnos, de inquietarnos, de preguntarnos: ¿qué es lo institucional? ¿qué es la niñez? ¿qué es la adolescencia? ¿qué es el rol del psicólogx en X institución? ¿Quiénes somos? ¿Por qué estamos aquí? Etc, ya que mediante la investigación-acción, no sólo se produce conocimiento sobre los imaginarios compartidos por los actores institucionales, se produce también conocimiento sobre nuestros propios imaginarios: cómo nosotros entendemos esas instituciones, cómo entendemos nuestras propias instituciones puestas en acto allí, quiénes somos nosotros en ese contexto (Schejter, 2018, p.3).

Reseña del suceso 6:

Este camino no puede ser recorrido dejando de lado el papel de la implicación en la intervención, ya que, como estudiante y futuros profesionales, la primera y principal herramienta de trabajo es la subjetividad, la cual, según Mancovsky (2011), pone en evidencia -desde la perspectiva clínica- el análisis imprescindible de la implicación. Como un obrar personal que se sostiene durante todo el proceso de inserción e intervención, la implicación remite a “un trabajo sobre la distancia adecuada: una demanda inexorable; un encuentro intersubjetivo entre seres humanos que no están en la misma posición; la complejidad de lo vivo y la mezcla ineludible de lo psíquico y lo social” (Mancovsky, 2011,

  1. 7). En este sentido, es fundamental que nos aprehendamos de la Psicología Institucional, que nos posicionemos como sujetos, disponibles a observar y escuchar, a despojarnos de supuestos o prejuicios, debido a que en este camino entre un saber que se busca y, a su vez, un no-saber sobre lo que se puede llegar a encontrar, se despliega la tensión de la que nace la diferencia sutil entre la búsqueda y el hallazgo a través de la cual se gesta, según Mancovsky (2011), la posibilidad de descubrimiento, invención y creación de saberes nuevos. Por eso, compañerx, inquietémonos, impliquémonos (veamos que nos pasa por la mente y el cuerpo), mantengamos una escucha activa que dé lugar a lo excluido, instituyente y no solo a lo que se hace conocer, démosle lugar a la alteridad, para así, poder abandonar saberes instituidos y poder pensar en situación.

Espero sigamos leyéndonos, un cordial saludo, Nadia Benítez.

Bibliografía:

  • Bourdieu, P. y Wacquant, L. (1996): La lógica de los campos y Habitus, illusio y racionalidad. En Respuestas por una antropología reflexiva (pp. 63 a 127) México;
  • Castoriadis, C. (1988). Prefacio y Lo imaginario. La creación en el dominio histórico social. En Los dominios del hombre, las encrucijadas del laberinto, (pp. 9-15 y 64- 75). Barcelona: Gedisa.
  • Lourau, (1991). Introducción y Cáp.7 Hacia la intervención Socioanalítica. En El análisis institucional (pp. 9-22 y 262-285). Buenos Aires: Amorrortu.
  • Mancovsky, V. (2011). El enfoque clínico en Ciencias Sociales: la sutil diferencia entre la búsqueda y el hallazgo. Ponencia presentada en el VIII Congreso Internacional de PsicoSociología y Sociología Clínica: Transformaciones Sociales y Desafíos del Montevideo, Uruguay, 13 a 15 de abril 2011
  • Marí, (1988). Dispositivos de Poder e Imaginario Social. En Revista La ciudad futura, 11

 

  • Schejter, V, (2018) ¿Qué es la intervención institucional? La Psicología Institucional como perspectiva de conocimiento, En V. Schejter et. al. (Comp.) la Clínica Institucional: Construcción compartida de (pp 29-35). Buenos Aires: Eudeba
Nadia Benitez

Nadia Benitez

Psicóloga Profesional

Psicoanalista matriculada en la Universidad de Buenos Aires y Licenciada en Trabajo Social en la Universidad de Buenos Aires.

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